Ríos de Pie
31 Oct, 2020 | Jhanisse Vaca
ENGLISH VERSION
“All men are caught in an inescapable network of mutuality, tied in a single garment of destiny. Whatever affects one directly, affects all indirectly” said Martin Luther King Jr. in 1964. In these most recent weeks, his words have resonated with me more than ever. The idea of a whole society woven together recalls the importance of the traditional indigenous textiles that mean so much to Bolivian culture. Heartbreakingly, King’s quotation only reminds me of how torn our social fabric has become in our country. This metaphorical textile is not only torn, but it is also on fire, just like our forests. Having undergone a democratic process in the election, it should have helped stitch the tears in our national fabric, threading our society back together again. Beyond the polarisation and division that has arisen in this electoral process, we have to remember that Bolivia is made up of every single citizen that inhabits this country and we must, therefore, build a future where we are unified and think separately from the U.S. This is democracy.
Part of this peaceful and democratic coexistence implies avoiding electoral violence at all costs. It makes no sense to call violence “unjustified” because violence, in its most basic form, is never justified. Violence equals abuse, and there can be no abuse in a country that considers itself to be fair. All Bolivians must remember that. The definition and values of democracy have been debated by numerous political actors in our country in recent years, who have constantly justified their actions by claiming they are “defending democracy”. Despite our interpretations of the word ‘democracy’, something that all Bolivians can agree on is that democracy cannot be a justification for attacking one another on the streets. Democracy is not a punch or a hit because true democracy is not violence, it never has been. The essence of democracy is plurality, peace and respect. This is precisely why elections become a way through which we can express our different ideologies when it comes to changing governments. These differing opinions, however, come hand in hand, with peace.
As a young woman (a small thread in the textile), I have tried to contribute to our country’s social fabric as an activist within the ‘Ríos de Pie’ citizen initiative. For years, our work has focused on defending human rights and the environment, based on non-violence and values of peaceful coexistence. Through this process, I have understood that talking about peace is much easier than exercising it to solve conflicts. But things can change. Despite the stereotypes of Bolivians that we harbour of ourselves, we are a country with strong, intelligent, supportive and hard-working people. Every time Bolivia faces a crisis, be it an epidemic or forest fires, I have repeatedly seen these traits shine through in the many humanitarian campaigns I have been a part of. No matter how weakened and crushed our country is, help always arrives, and it comes from the citizens themselves. We empathise easily with one another and we help each other out. Empathy should be the foundation of our hope for a peaceful future, no matter how things look today. As Bolivians, we are not destined to resolve our eternal differences through violence and fighting on the streets. We can be the generation that changes this, especially if we take into account what unites us all, no matter what political party that we support: after everything we've been through, Bolivia wants peace.
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VERSIÓN EN ESPAÑOL
"Estamos atrapados en una red inescapable de reciprocidad, atados en una sola prenda del destino. Todo lo que afecta a uno directamente, afecta a todos indirectamente", dijo Martin Luther King Jr. en 1964, y sus palabras resonaron en mí más que nunca en estas últimas semanas del 2020. La idea de toda una sociedad atada a un solo "tejido" trae la mente de vuelta a los textiles que tanto significan en la cultura de pueblos indígenas bolivianos. Aún más, esta frase de King me recuerda al tejido social tan fracturado, que somos hoy, en Bolivia. Un tejido que no sólo está roto sino que se quema junto a nuestros bosques hasta la fecha. Con las pasadas elecciones Bolivia acaba de vivir un proceso democrático que debería haber ayudado a remendar los huecos en nuestro tejido nacional, a ser hilos que unen aquellas partes de nuestra sociedad que se resquebrajaron. Más allá de la polarización y división que ha surgido en este proceso electoral, tenemos que recordar que Bolivia somos todas las personas que habitamos este país y por lo tanto para construir un futuro debemos concebir ser un solo conjunto de personas con aquellos que piensan diferente a nosotros. Eso es democracia.
Parte de esa convivencia pacífica y democrática implica acompañar procesos como el de las elecciones sin caer en violencia, pase lo que pase. No puedo hablar siquiera de violencia "injustificada" porque la violencia, en su análisis más básico, nunca es justificada. Violencia equivale a abuso, y no puede haber abuso en un país que se considera justo. Todos los bolivianos debemos recordar eso. La definición y los valores de la democracia han sido debatidos por numerosos actores políticos de nuestro país en los últimos años, que constantemente han enmarcado sus acciones en la "defensa" de la democracia. Pese a los diferentes enfoques que se dan a esta definición, algo en lo que todos los bolivianos podemos coincidir es que la democracia no puede ser justificativo para agredir a otros en calle. La democracia no se puede defender con golpes porque la verdadera democracia no es violencia, nunca lo ha sido. La esencia de la democracia es la pluralidad, la paz y el respeto. Precisamente por eso encontramos mecanismos, como las elecciones, en los que deberíamos poder expresar esa diferencia de pensamientos a la hora de administrar el país. Diferencia que viene, mano a mano, con paz.
Como una mujer joven (un pequeño hilo dentro del todo), he intentado aportar al tejido social de nuestro país como activista dentro del movimiento ciudadano Ríos de Pie. Nuestro trabajo desde hace años se enfoca en defender derechos humanos y el medio ambiente, basados en la no-violencia y valores de convivencia pacífica. En este proceso he entendido que hablar de paz es mucho más fácil que ejercerla para solucionar conflictos, pero no imposible. Pese a los estereotipos que a veces los bolivianos tenemos de nosotros mismos, si somos un país con gente criteriosa, inteligente, solidaria y trabajadora. Lo veo una y otra vez en las numerosas campañas humanitarias cada vez que Bolivia enfrenta una crisis, ya sea una epidemia o incendios forestales. Por muy debilitado y convulsionado que esté nuestro país, la ayuda siempre llega, y llega desde la misma ciudadanía. Eso muestra que contrario a la percepción pública, si hay aún en nuestra sociedad una capacidad de empatizar con el otro que es más alta de lo que concebimos u observamos a través de medios. Esa cualidad debe ser la base de nuestra esperanza de un futuro pacífico, no importa cómo se ven las cosas en la actualidad. Los bolivianos no estamos destinados a resolver nuestras diferencias eternamente con conflictos en calle. Podemos ser la generación que cambie esa dinámica, sobre todo si tomamos en cuenta algo que nos une a todos más allá de nuestro partido político: después de todo lo que hemos pasado, Bolivia quiere paz.